Los cambios en el perfil
del jugador
La juventud del juego online regulado hace que sea complicado estudiar detalladamente el nuevo contexto generado en España. Se trata de un fenómeno en constante desarrollo, cuyos adeptos aumentan de forma exponencial. Una muestra de ello radica en el crecimiento de la cifra de jugadores y usuarios registrados en los portales dedicados a su práctica, pues ambas cantidades se vieron prácticamente duplicadas durante el transcurso del año 2014. La
diferencia que la Dirección General de Ordenación del Juego establece entre los usuarios y los jugadores es sencilla: el primer concepto hace referencia a cualquier persona que disponga de una cuenta en cualquier página web destinada al azar, mientras que el segundo término exige que haya una persona registrada que, además, haya jugado al menos en una ocasión. Para obtener los datos, se omiten las duplicidades y, si hay alguien dado de alta en dos portales, solo se le contabiliza una vez.
Pero la repercusión del online no se limita a la multiplicación del total de jugadores, sino que también afecta a la tipología de los mismos. Los expertos insisten en que sería precipitado extraer grandes conclusiones, pero algunos de los efectos empiezan a notarse. En concreto, se han detectado modificaciones en el perfil del usuario, entre las que destaca su rejuvenecimiento, su dominio de las nuevas tecnologías y su mayor nivel socioeconómico y formativo.

El jefe de Actualidad de la revista XL Semanal, Fernando Goitia, advirtió hace más de un año que, a raíz de la explosión de las páginas web que permiten apostar, la edad media a la que se empieza a jugar ha disminuido de forma contundente. En la misma línea se muestra el director técnico de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados (FEJAR), quien explica que hace años, el paciente que sufría esta adicción oscilaba entre los 30 y los 35 años, pero que en la actualidad este intervalo se ubica entre los 18 y los 25 años. Esta reducción podría considerarse
banal o anecdótica, pero la situación se complica al constatar que uno de cada cinco adolescentes ha apostado antes de cumplir la mayoría de edad, y que un porcentaje considerable lo hace de forma regular.
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de Tasmania señala un riesgo parecido en la publicación del informe Sports Betting Research, desarrollado por el Programa de Investigación de los Juegos de Azar: «Hay dos grupos interrelacionados que se consideran potencialmente "en riesgo" de sufrir los daños asociados con las apuestas deportivas: los jóvenes y, a más largo plazo, los niños y adolescentes».
Autor: Elaboración propia
Apostar de forma esporádica no tiene por qué ser malo y, por supuesto, no todas las personas que apuestan se ven abocadas a sufrir ludopatía. La doctora en Psicología por la Universitat de València (UV) Marta Miquel explica que, en cualquier tipo de adicción, el porcentaje de adictos no suele rebasar el 10 por ciento de la cantidad total de usadores –lo que equivale a que, de cada 100 personas que apuestan, tan solo 10 sufren ludopatía-. Miquel, que imparte la asignatura Drogodependencias en el grado en Psicología de la Universitat Jaume I (UJI), añade un matiz que debe tenerse en cuenta: «Un adicto no puede dejar lo que está haciendo, pero un sujeto con consumo esporádico sí es capaz», sentencia la profesora.

Aun así, tampoco debemos caer en el error de subestimar el delicado panorama ante el que nos hallamos. Los menores de edad componen un grupo de población especialmente sensible; por norma general, no cuentan con la madurez y la experiencia que se le presupone a los adultos y, además, son fácilmente moldeables e influenciables. Aunque los expertos consideran que el factor más determinante suele ser el propio individuo –su entorno, sus personalidad, sus vivencias…-, no debemos obviar que los menores presentan un riesgo más elevado a sufrir problemas de adicciones. Para conocer esta
problemática desde dentro, hemos conversado con dos personas que han estado vinculadas al mundo del juego. Por respeto a su intimidad, no mencionaremos sus nombres, y nos referiremos a ellos como Antonio y Marco. Antonio, empresario y padre, se encuentra en período de rehabilitación de su adicción a las tragaperras; a su vez Marco, universitario, ha sufrido problemas de dependencia con el juego online.
Los menores de edad tienen vetado el acceso a todo tipo de apuestas | Fuente: Francesca De Cata
Antonio y Marco coinciden en señalar que comenzaron de forma paulatina; jugaban de forma esporádica –uno en bares y el otro desde casa-, pero, sin darse cuenta, llegó un momento en el que perdieron el control de la situación. Al echar la vista atrás, Antonio considera que su problema llegó cuando empezó a ganar dinero, pues el triunfo y la euforia le empujaron a incrementar tanto la cantidad como la frecuencia. Sin embargo, Marco consideró que, al tratarse de partidos de fútbol, tenis y baloncesto, debía de existir una lógica que acabara imponiéndose a largo plazo, y olvidó que en los juegos de azar es el propio azar el que predomina. El primero de ellos tardó alrededor de dos años en ser consciente de que tenía un problema, pero nunca intentó dejarlo por sus propios medios; el segundo se obsesionó con los resultados y, con el objetivo de recuperar las cantidades invertidas, amplió el abanico de deportes y competiciones a los que apostaba.
Antonio aumentó el número de visitas a bares con el objetivo de insertar monedas en la máquina. Con el paso del tiempo, mintió a sus amigos para pedirles prestado dinero, dejó de pagar cuestiones tan básicas como el recibo de la luz e incluso robó. Al notar la desaparición del dinero, su madre se percató de su problema y le animó a comenzar un tratamiento en Patim. Tras tres recaídas, continúa en proceso de rehabilitación, donde dos de las premisas son la fijación de límites y el control de los impulsos. Por otra parte, Marco no se despegaba de su ordenador. Olvidó su pasión por el deporte, que fue reemplazada por el ansia de ganar. Enlazaba los partidos de la NBA disputados los viernes por la noche con la Hyundai A-League, el campeonato de fútbol australiano, cuyos partidos se juegan –en hora española-los sábados por la mañana. Acudió a un psicólogo amigo de sus padres, quien le recomendó alejarse durante un tiempo de cualquier dispositivo mediante el que pudiera acceder a Internet. Marco jura que lo intentó, pero confiesa que en alguna ocasión se saltó las clases de la universidad para apostar desde un ordenador prestado. En su caso, el establecimiento de límites resulta mucho más complicado, pues vivimos en una época en la que resulta casi impensable concebir una vida sin conexión a la Red. Lleva casi medio año en los que apenas ha podido apostar, pues dilapidó gran parte de sus ahorros y su madre le confiscó el resto. Sus amigos evitan hablar de apuestas y cuotas delante de él, y han cambiado el salón de juego en el que se reunían para ver los partidos por un bar libre de máquinas. Además, ha retomado las visitas al psicólogo, porque su deseo de apostar sigue presente, aunque no disponga de los medios para efectuarlo. Actualmente, los dos intentan recuperarse de un problema que se introdujo en sus vidas sin que se percataran, un problema del que es complicado escapar.
A pesar de las evidentes diferencias existentes entre los dos casos, los expertos defienden la postura de que ni las apuestas deportivas, ni el juego online han creado un perfil diferente de jugador. La psicóloga clínica Neus Aymamí determina que, en general, la población de jugadores es variada y heterogénea, aunque admite la existencia de distintos subgrupos en función de la modalidad que practiquen. La doctora Miquel va más allá y, desde una perspectiva más general, asevera que todos los adictos presentan un perfil similar: «Desde el punto de vista de los síntomas, la enfermedad es la misma; todos presentan conducta compulsiva e impulsiva y falta de control sobre el consumo».
Por todo lo expuesto, podría determinarse que, a falta de que aparezcan más informes y estudios empíricos que profundicen en el tema, el auge de las apuestas deportivas online ha modificado en determinados rasgos el perfil del jugador-tanto esporádico como adicto-medio, pero que esta variación no supone un cambio considerable en lo que a la ludopatía respecta. Aun así, se trata de un conflicto que debería analizarse, pues la protección del menor es un aspecto fundamental y todas las pruebas parecen señalar que el boom de esta modalidad de juego podría amenazar su desarrollo.
Las apuestas deportivas también han motivado el desarrollo de un nuevo perfil profesional-aunque algunos actúan de forma altruista y gratuita-: el tipster. Su función consiste en lanzar pronósticos, a través de Twitter o en páginas web, acerca de eventos deportivos con el objetivo de que la
gente siga sus recomendaciones y apueste por ellas. Para que sus pronósticos sean precisos, deben destinar una gran cantidad de tiempo al estudio de las rutinas, dinámicas y estadísticas de los distintos equipos, jugadores y campeonatos.
El tipster, una nueva figura en el mundo del juego
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